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“El 10 de mayo coroné el techo del mundo, pero el precio que pagué por ello fue terrible”. Habla Jon Krakauer en el libro Mal de altura, que resume la tragedia del Everest en el año 1996. Un best seller que llega al cine dirigido al público general y que también convence al montañero.

Publicado en Desnivel.com.

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Iluminando con mi frontal el termómetro prendido a la chaqueta que había usado como almohada, vi que dentro de la tienda de dos plazas estábamos a 22 grados bajo cero.

—¡Doug! –grité en dirección al bulto ovillado en el saco de dormir contiguo al mío–. Es la hora. ¿Estás despierto?

—¿Despierto, dices? –respondió en tono de fastidio–. ¿Es que crees que he conseguido dormir? Estoy hecho una mierda. Me parece que tengo algo en la garganta. Tío, yo ya estoy viejo para estos trotes.
                                                                                                                           Mal de Altura, Jon Krakauer

“La montaña es un 95% de sufrimiento y 5% de placer”, resumía el martes por la noche Jesús Calleja en el preestreno de Everest, la película basada en el best seller Mal de Altura (Ediciones Desnivel, 5ºed. 2014) que llegará a los cines españoles el próximo 18 de septiembre. Como la historia es conocida el espectador intuye desde el principio que la ración de angustia de la trama viene de serie. Para los despistados, este es el argumento:

El 10 de mayo de 1996 se desató una tormenta especialmente violenta en el Everest que castigó las zonas superiores de la montaña durante más de diez horas. Varios montañeros miembros de expediciones comerciales no lograron alcanzar la seguridad de su campamento de altura y tuvieron que pelear para sobrevivir a más de 8.000 metros en la zona de la muerte, ese punto crítico donde “la altitud es como un reloj de arena que te consume”, contaba Calleja.

“Es de lo más conseguido en películas de montaña”

El periodista Jon Krakauer formó parte de uno de los grupos y la crónica que escribió es la base para el guión de la película que, en general, no ha caído en el error de exagerar una historia que impacta sin la necesidad de poner adornos. “Es de lo más conseguido en películas de montaña”, opinaba Ramón Portilla, “la ambientación es muy real”.

Los paisajes de las escenas son uno de los puntos fuertes de la adaptación al cine. Aunque la película está dirigida al público general se ha esforzado por agradar al montañero con planos que colocan en su sitio los picos que rodean al Everest. Entre lo mas valorado está la secuencia aérea que arranca desde el Lhotse, muestra el Collado Sur y avanza hasta la pirámide final de la montaña que protagoniza la película. También el Escalón Hillary se ha recreado con cuidado para generar una sensación de realidad incluso para quien lo ha tenido delante alguna vez.

Al esfuerzo en la ambientación le acompañan los grandes planos propios de las superproducciones y el efecto realista de la proyección en 3D. En conjunto, el espectador sube hasta alturas complicadas para un equipo de grabación que le hacen preguntarse si lo que ve es realidad o efecto de la mejor tecnología digital.

«El techo del mundo estaba siendo vendido a unos advenedizos con dinero»

La película también incide en un debate muy presente en el libro original y que hoy sigue vigente, el de la comercialización de las expediciones a la montaña más alta del Himalaya: “Antes incluso de lo que acaeció en la temporada premonzónica de 1996, la proliferación de expediciones comerciales durante la pasada década era ya un tema peliagudo. Los tradicionalistas se echaban las manos a la cabeza al comprobar que el techo del mundo estaba siendo vendido a unos advenedizos con dinero, gente que, sin la ayuda de los guías, habría tenido problemas incluso para escalar un pico tan modesto como el Monte Rainier (4.394 m, Washington)”, escribió Krakauer en Mal de Altura.

Dicho esto, por la película desfilan una serie de personajes que en la crónica real de lo sucedido se describieron así: “Yo incluido, éramos una especie de chusma provinciana que se había colado en las Series Mundiales. Cierto que en la Cascada, Rob Hall (guía de la expedición) había dicho que formábamos un «grupo muy potente». Y es posible que así fuera en comparación con otros grupos de clientes anteriores. Para mí, no obstante, estaba muy claro que ninguno de nosotros tenía la menor oportunidad de escalar elEverest sin la ayuda de Hall, de sus guías y de los sherpas”.

«A los jóvenes les digo que lean primero el libro de John Krakauer»

El kazajo Anatoli Bukreev queda fuera de esta descripción y su pericia en la montaña añadió a la tragedia en el Everest una discusión que en la película se intuye y en la realidad quedó polarizada en dos libros. Mal de Altura critica su actuación en la tragedia por despreciar el oxígeno artificial y en Everest 1996 (Ediciones Desnivel, 5º ed. 2015) el propio alpinista defiende su postura. “A los jóvenes les digo que lean primero el libro de Jon Krakauer para que no les caiga mal y luego el de Bukreev”, cuenta Ramón Portilla. “Es inevitable que los escaladores sintamos simpatía por Anatoli”.

Pese a ciertas licencias que el ojo crítico de cualquier alpinista detectará con facilidad, la película de Everest se suma a la lista de buenos materiales para reconstruir el desgraciado episodio del año 96. En más de dos horas de metraje no puede abarcar la profundidad de la historia que ofrecen los libros, pero sí traslada al espectador hasta la cumbre del mundo con un realismo a la altura de la mejor descripción.

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